Hace mucho tiempo que no tengo ninguna entrada en mi blog. Hace mucho tiempo que ando buscando, más bien encontrándome.

Me disperso, no encuentro el camino. Cierto es que en este mundo de locos, más bien de estúpidos, hemos hecho todos un sálvese quien pueda. Yo no he renegado de la fotografía, pero si es cierto que me cuesta, más bien me costaba tomar imágenes; me costaba coger la cámara; no había ilusión, y sin ilusión no hay fotos que merezcan la pena.

Muchos se han quedado en el camino, yo, a trancas y barrancas, he seguido en el camino, muchas veces parado en la cuneta, solo, acompañado, pero viendo a la gente sin alegría. Este deambular por el tiempo, tomando instantáneas por el mero hecho del comercio (que es de lo que como), me había dejado inerte.

Pues bien, hace poco tiempo decidí, que sí, que no es lo que más me apetece, pero vamos a darle una vuelta de tuerca, vamos a hacerlo diferente. Poco a poco, he ido incorporando a esta fotografía inanimada, un toque más personal, un contarlo a mi manera, y de momento va dando resultado, contar las cosas de otra manera; los clientes están satisfechos y yo más animado, ya que mi diálogo es más personal.

Ahora me marco otros rumbos, otros quehaceres en el mundo de la fotografía. Poco a poco, paso a paso, abrir puertas de una en una. Varias sendas que recorrer, y mucho por decir.

Gracias por vuestra paciencia.

Tras leer la carta del profesor de Leonardo Haberkorn, no he podido más que sentirme identificado con sus afirmaciones.

Me permito copiar sus palabras:

“Me cansé de estar hablando de asuntos que a mí me apasionan ante
muchachos que no pueden despegar la vista de un teléfono que no cesa
de recibir selfies.

Claro, es cierto, no todos son así.
Pero cada vez son más.

Hasta hace tres o cuatro años la exhortación a dejar el teléfono de
lado durante 90 minutos –aunque más no fuera para no ser maleducados–
todavía tenía algún efecto. Ya no. Puede ser que sea yo, que me haya
desgastado demasiado en el combate. O que esté haciendo algo mal. Pero
hay algo cierto: muchos de estos chicos no tienen conciencia de lo
ofensivo e hiriente que es lo que hacen.”

Es cierto, no siempre son teléfonos móviles, pueden ser musarañas o como lo queramos denominar. Llevo desde el año 98 impartiendo clases de fotografía. El desinterés de muchos alumnos hace que nuestra pasión por la fotografía la dejemos guardada en nuestro sentimiento. Hablar, intentar enseñar la comunicación, la belleza, la técnica, ha ido decayendo año tras año.

Exposiciones, libros, películas, publicidad, pasear tal cual nos enseñaba Sergio Larrain en esa maravillosa carta que escribió a su sobrino, han quedado en nada, en píxeles, en ¿cuál es la mejor cámara?, en Photoshop, en olvidar el momento decisivo de Cartier-Bresson, en no inmutarse ante  las maravillosas imágenes de cientos de fotógrafos, conocidos y desconocidos….

“Conectar a gente tan desinformada con el periodismo es complicado. Es
como enseñar botánica a alguien que viene de un planeta donde no
existen los vegetales.

Que la incultura, el desinterés y la ajenidad no les nacieron solos.
Que les fueron matando la curiosidad y que, con cada maestra que dejó
de corregirles las faltas de ortografía, les enseñaron que todo da más
o menos lo mismo.”

Todo viene de antiguo. Muchos de los que me conocéis, habéis soportado mis charlas, mis preocupaciones sobre el modelo educativo. Siempre he dicho: Hay alguien que lo está haciendo muy bien, están consiguiendo que la gente no piense. Corrijo: Hay alguien que lo ha hecho muy bien.

La fotografía está en crisis, pero lo más preocupante, es que la imaginación, el arte y la creatividad están en crisis.

Afortunadamente no son todos así. Alumnos de cursos anteriores siguen en la brecha, peleando, luchando, buscando su hueco. Sigo sus trabajos y sus quehaceres, ellos me siguen, hablamos y vemos. Sabéis quienes sois, no voy a nombrar a ninguno por el temor de olvidar a alguien. Pero gracias por vuestro trabajo y vuestro futuro.

Como se decía en Mayo del 68: La imaginación al poder…. o el poder de la imaginación.

Steve McCurry es uno de los grandes fotógrafos de nuestra historia. National Geographic o Magnum, no son medios cual Instagram se tratara.

He leído muchos artículos (La caída de Steve McCurry) sobre la manipulación a la que ha sometido a algunas de sus imágenes. Estoy de acuerdo que ha cometido un error, no sé si por él o por uno de sus colaboradores; él, como máximo responsable de su obra, ha de ser consciente del trabajo final. Hasta aquí de acuerdo. No es ilegítimo el uso de Photoshop, grandes fotógrafos lo usan habitualmente, David Lachapelle, Annie Leibovitz, etc, claro está que ellos hacen mención del uso de esta herramienta de edición de imágenes. Steve McCurry, como uno de los grandes fotógrafos documentales de la historia, debería haber hecho mención de ello.

Con todo esto estoy de acuerdo. Lo que me parece demencial, es juzgar todo su trabajo, y poner en duda su capacidad por este lamentable hecho. La imagen que encabeza este blog, “La joven afgana“, es uno de los iconos del siglo XX; y como esta imagen, gran parte del trabajo de este fotógrafo ha sido realizado en analógico, también es cierto que también se podía manipular, pero dudo mucho que los editores gráficos de los medios con los que colabora, hubieran permitido dicha manipulación.

Poner en duda la calidad del trabajo de una persona por un error, es otro error. Somos muy dados a derribar iconos; un día lo tenemos en un altar, y al día siguiente lo arrastramos por el fango. ¿Hay que criticar esta falsedad? Sí. ¿Hay que ahorcar todo el trabajo por este hecho? No.

Seamos lógicos por favor.

En muchos casos he podido leer, escuchar, el gran funcionamiento de las redes sociales a la hora de vender nuestro trabajo. He de decir, que en este caso, mi opinión es extremadamente subjetiva, ya que detesto perder el tiempo en el ordenador.

Es mi opinión, y mi forma de ver esta nueva realidad. Es por ello, que antes de empezar esta entrada, quiero dejarlo claro. Para mi las redes, algunas sobre todo, son un bluf. No voy a entrar con la manida cuestión de los datos que aportamos y que hacen que jovenzuelos con acné sean multimillonarios antes de tener el carnet de conducir.

Entiendo que haya que dedicar mucho tiempo y esfuerzo a este tema, y que aún y así, el éxito no está garantizado. Hay que “currarselo”, no lo dudo, pero es que me aburre mucho. Prefiero un paseo por el campo, que perder el tiempo delante de una pantalla. Prefiero una buena conversación a cotillear en los muros de seres a miles de kilómetros. Prefiero unas cañas con amigos que chats inanimados. Sé que me estoy haciendo viejo, y estas cosas me aburren.

He tratado de trabajarme las redes sociales. En ellas solo hablo de fotografía, entiendo que no es un tema que apasione a todo el mundo, pero siempre trato que la gente que sigo, me sigue, nos seguimos, sean del mundillo.

Facebook. Tengo más de mil “amigos”. Pongo una foto, un enlace, una exposición; muchos me gusta, pero son mi familia, mis colegas, vamos todos aquellos que me ven a diario, hablo con ellos con regularidad. Por lo tanto no gano mucho en este tema, ¡y muy agradecido a su apoyo! Te curras la información, y en el mejor de los casos, un 5% de seguidores te apoya. Pones cualquier chirigota, un ser humano escaso de ropa con gestos sacados prefabricados en revistas tipo Playboy, y…… casi 150 me gusta…… No lo entiendo. Muy útil no es.

Twitter. Cierto es que pongo lo mismo que en Facebook. ¡Como mucho 4 ó 5 me gusta! Bueno algo es algo. Instagram, una extensión de Facebook pero con fotos. Como son los mismos que Facebook, pues más de lo mismo.

Linkedin. 500px, etc. Aquí es más, supuestamente, profesional. Hago algún mérito más, ya que en estas redes solo el uso es profesional, los “me gusta”, me niego a decir likes, son más racionales, no está la pasión familiar, de amistad, etc.

En fin, entiendo que en estos tiempos la presencia en las redes, en internet es necesaria, pero es que me aburre mucho. No he avanzado mucho a través de ellas, y sigo con los viejos y nuevos sistemas, entremezclados, despistados, avanzando paso a paso. Algún día, cuando tenga más de 90 años, cuando no pueda coger la bici, postrado en mi sillón, veré algo más.

Señor Cebrián, le quiero pedir un favor: seamos serios. En mi época de estudiante de periodismo, incluso mucho antes, leí un libro suyo “Crónicas de mi país”, para mí fué un libro de cabecera durante muchos años. El surgimiento de EL PAIS, fue una bocanada de aire fresco en aquellos años de escasa libertad.

Usted era un referente para muchos “futuros” periodistas que veíamos en ese momento, un momento de libertad, de expresión.

Usted es un canalla, denúncieme, me da igual, el daño ya lo viene haciendo, a mí y a esta profesión desde hace muchos años. Desde que usted perdió la dignidad, desde que se vendió a los poderes fácticos, esos mismos que usted denunciaba hace años. Usted ha traicionado al periodismo, usted ha traicionado la libertad, usted ha traicionado la libertad de expresión, usted me ha traicionado a mí. No es digno de llamarse periodista. Me rió, por no llorar, de usted; de usted y sus acólitos que han llevado la famosa frase de Groucho Marx a lo más alto: “estos son mis principios, si no le gustan tengo otros”.

Que usted esté en Panamá o no, me resulta indiferente, como persona y periodista, hace años que perdió mi respeto. Soy fotoperiodista y me he retirado, ahora trabajo en otros sectores de la fotografía. Eso lo debo a usted y a gentuza de su porte. Sus millones no me dan miedo, su cohorte de memos no me dan miedo, su lenguaraz inteligencia está a la altura del libro de Belén Esteban, no me da miedo, por que duermo tranquilo, porque lo mio es mio, porque amo esta profesión, no como usted, que continuamente la viola para enriquecerse.

Hay una gran generación de fotoperiodistas que llevan, ese estandarte que usted trato de rendir, a lo más alto. Samu Aranda, Manu Bravo, Morenatti, Armestre, y yo JON EZTALA, y otros muchos, Borja Puig, Angel Troter, Dani Duch, Augusto Aparicio, y un elenco de buena gente y buenos periodistas que lucharemos para que usted no gane.

Le he de agradecer una cosa: me ha enseñado un camino que no he de seguir… El de la dignidad prostituida.

Posdata: Una sincera disculpa. La de todas aquellas personas que trabajan en esta profesión que no he nombrado, y un abrazo para mis queridos cántabros, Kim, Román, Fernando, Rubén, etc, etc.

¡¡Viva el periodismo!!

El otro día, daba muchas vueltas sobre un texto de Leonardo Da Vinci, donde comentaba que a la técnica se llegaba por la constancia y un acto de la voluntad. El arte se llega por la perfección interna, perfección del alma que vá más allá de la materia y la razón.

En una entrevista que el fotógrafo Javier Arcenillas, concede a la revista Metrópoli, hablaba de ver sin la cámara, de esa necesidad de ver la fotografía, sin el medio; este punto lo he aclamado mil veces, uno de los problemas que encontramos en la fotografía digital, es que los nuevos fotógrafos han olvidado “ver la fotografía”, disparo, sino sale bien, lo miro y repito. Asesinamos el instante decisivo de Cartier Bresson. Pero este es un tema que ya he hablado hasta la saciedad.

Pero juntando los conceptos de ambos creadores (creo que a Javier le gustará su compañero de blog en este caso), hay una verdad evidente. Estamos inundados de imágenes, excelentes, buenas, malas y lamentables, pero últimamente en las redes sociales encuentro un exceso de “más de lo mismo”, repeticiones de fotografías, donde parece que copiamos unos a otros y publicamos sin más. Siempre he dicho lo que diferencia a un fotógrafo a otro:  su alma creativa. Es un concepto muy sencillo, es el discurso del propio fotógrafo, donde narra de una manera exhaustiva su historia.

Cuando vemos fotografía de Chema Madoz, García Alix, García Rodero y un largo etc, sabemos de quién estamos hablando sin tener que mirar al autor de la imagen. Eso es arte. Por eso defiendo la idea de la fotografía como arte, cuando una obra tiene alma y comunica al espectador una sensación, un sentimiento, va más allá del mero hecho de disparar una cámara; el fotógrafo en estos casos, crea una obra, que con un poco de fortuna trasciende más allá del tiempo.